paisaje

 

“Bésame”. – Le dijo la muchacha al muchacho. Él le preguntó por qué. Y ella le dijo que porque necesitaba saber que la quería. Ella sintió el beso como una caricia, como un susurro a su corazón. Él estaba ahí, con su amor, con ella. Y supo que podía confiar.

Y cada uno de nosotros somos como esa muchacha algunas veces. Nos sentimos solos, olvidados, aislados, rechazados, vulnerables, y no sabemos qué hacer. Yo me siento así muchas veces.

Antiguamente no pedía a nadie cariño ni amor cuando lo necesitaba. No sabía, simplemente, pedir.

Y según pasaban los años, esperaba que los demás, sobre todo las mujeres que pasaban por mi vida, me dieran el cariño que necesitaba, sin pedirlo. Quería que adivinaran mis deseos.

Y un buen día, cuando descubrí que mi cuerpo me mandaba mensajes, también descubrí que varios de mis dolores articulares (en pies, rodillas, columna y brazos) estaban relacionados con esa tendencia a no pedir lo que necesitaba, y a acumular rabia y rencor por no recibir amor.

Pero también descubrí una cosa importante después de un tiempo. No sólo tenía que aprender a pedir aquello que necesitaba, sino aún más importante, tenía que aprender a dármelo yo mismo.

Y así empezó un viaje nuevo en mí, un viaje diferente, que sigue durando hoy en día, y en el que aprendo cada día a amarme más y más.

Observo cuando me siento vulnerable y necesitado, y elijo creer que puedo pedir lo que necesito, y que lo merezco. Y lo pido. Y confío en que si la otra persona no me lo puede dar, es porque está por encima de sus límites.

Y si puedo, lo acepto. Y si no, tal vez me enfade, y en cuanto puedo, trato de perdonarme y perdonar.

Y mientras tanto, cuando me siento solo y rechazado, ya esté realmente “solo” (porque nunca lo estamos) o simplemente haya discutido con mi pareja, aprendo a darme ese amor que necesito.

Busco dentro de mí al niño que necesita ser abrazado, ser escuchado, ser querido. Y le amo. Le escucho, le abrazo, le mando luz y amor. Y al final, se relaja y sonríe.

Muchas veces también pido ayuda a los seres que nos guían y ayudan, y al ser que ha creado todo, a nuestro padre (aunque no tiene género), y siempre recibo respuestas amorosas. Y todos podemos hacerlo.

A veces no hace falta preocuparse por estar mal. Sólo dedicar un tiempo a mirar nuestras necesidades, y escucharlas.

Porque cuando velas por tu bienestar, descubres que el amor siempre ha estado contigo.

Un afectuoso saludo,

Manuel Requena

 

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