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Traducción del inglés por Manuel Requena sobre el texto de Sandra Gusella

 

(Nota: Esta canalización habla sobre relaciones amorosas entre hombres y mujeres, pero es aplicable igualmente a relaciones homosexuales. Para ver una breve canalización sobre homosexualidad, ver la sección Q&A -preguntas y respuestas- en jeshua.net)

 

Queridos hombres y mujeres, os saludo a todos vosotros. Estoy aquí entre vosotros como un alma, como una mujer, como una hermana. Soy una con vosotros, y habiendo siendo humana conozco desde adentro todos los sentimientos que tenéis vosotros hoy. No son extraños para mí.

 

Lo que más me llama la atención, ahora que estoy observando la vida en la Tierra desde este lado, es la preciosidad de la vida en la Tierra. La vulnerabilidad del ser humano, el dolor y las heridas que sufrís mientras estáis en la Tierra, y a la inversa, vuestro increíble valor, vuestro persistente deseo de Luz y Amor, vuestra perseverancia y alegres victorias. Para mí eso caracteriza a la Tierra ahora. Yo os veo como ángeles valientes que emprenden esa experiencia, esa experiencia sobre vosotros mismos.

 

Cuando descendéis a la vida terrenal, casi siempre venís de un reino que vibra a un nivel más alto de lo que lo hace ahora la sociedad humana en la Tierra. Desde algún lugar profundo decís “sí” a encontrar esta energía terrenal. Tomáis la decisión: “Me voy a hacer cargo de esto”: la danza con la vida en la Tierra, la cual en parte es una danza con la oscuridad, con el miedo, con la resistencia, con la soledad y con el sentimiento de estar perdido. Aceptáis ese riesgo, y yo ahora puedo ver por qué. A pesar de todo el sufrimiento, del esfuerzo, de la pesadez, no hay otro lugar tan profundo, tan rico y tan intenso como cuando estáis encarnados en la materia, en la forma.

 

Sin embargo, a menudo, queréis saliros de la forma y moveros más allá, fundiros con algo más grande, algo superior. Buscáis ser liberados de los confines de la vida terrenal. Pero yo veo vuestra belleza tal y como sois, como seres humanos: hombre, mujer, niño o adulto. En esa forma específica que tenéis, irradiáis la Luz de la Creación. Muchas tradiciones espirituales han estado enfocadas en la trascendencia de la forma humana: “el cuerpo no es bueno, no es un mensajero de la verdad; las emociones no son de fiar, mucho menos las pasiones; la sexualidad es una fuente de tentación, sí, incluso venenosa.” Toda la existencia terrenal fue de hecho debilitada y extirpada de su santidad por esta clase de pensamiento y esto ha ocurrido por un deseo de control.

 

Ha habido poderes en la Tierra que quisieron tener control sobre la vida. Y para ejercer el control sobre las personas, sobre la vida, la mejor forma de lograrlo es por medio de la mente: a través de las ideas e imágenes que diseminas, que usas para adoctrinar. El control mental abarca con diferencia mucho más que la manipulación a través del poder físico. Podéis tocar profundamente a las personas en sus almas y cambiarlas cuando ponéis delante de ellas ciertas imágenes acerca de cómo son, acerca de su dignidad o indignidad, y de la bondad o “maldad” de sus impulsos naturales.

 

De ese modo habéis sido muy profundamente afectados, y debido a ese condicionamiento de muchas maneras comenzasteis a ver la vida en la Tierra como indigna de muchas maneras. Esto es lo que se os enseñó, e inconscientemente todavía acarreáis estas impresiones. Todavía tienen influencia sobre cómo pensáis de vosotros mismos, sobre cómo os sentís con vuestro cuerpo, vuestra sensualidad, vuestros deseos, vuestras emociones y vuestras pasiones.

 

Hoy en día las cosas comienzan a relajarse; las viejas ideas están al borde del colapso. Esto es porque más y más personas están despertando, sintiendo el deseo de ser auténticas consigo mismas. Esta nueva ola de energía está despertando a las personas individualmente, uno por uno, y a medida que crece afectará a la sociedad como un todo. Es un movimiento de vuelta a la Tierra, podríais decir, y de regreso a vuestro ser natural, pues sois parte de la Tierra. Vuestro cuerpo es parte de la Tierra: vuestra sexualidad, vuestros instintos, el lenguaje de vuestro cuerpo, son parte de la Tierra. Vuestra naturaleza terrenal no puede ser negada indefinidamente; es una parte viable de la Creación.

 

¿Y cómo están las cosas con vosotros en esa conexión entre lo más bajo y lo más elevado? Tradicionalmente se os dijo que la espiritualidad tenía que ver con “lo más elevado”, y a menudo también con la servidumbre a un ideal – tal como encomendarse al servicio de vuestro vecindario y de vuestra comunidad. Y lo más bajo fue equiparado con lo que está basado en el ego, enfocado en uno mismo, persiguiendo tus propios deseos. Si seguíais vuestras propias inclinaciones, os “salíais del camino”; lo basado en el ego estaba cargado con pecado y juicio.

 

Ahora, sin embargo, estáis en medio de una transformación en el pensamiento sobre la espiritualidad. Sentís esa llamada hacia el cambio desde todo vuestro ser, y habéis venido aquí para apoyar el despertar de la conciencia en la Tierra. Antes de que diérais el salto a vuestra vida actual, sentisteis el potencial de un cambio fundamental que tendría lugar en esta época. Vuestra alma sintió este tirón y decidisteis: “quiero ser parte de esto, así que ahí voy otra vez”. El dominio de la vieja conciencia había sido estirado al límite, por decirlo así. Las cosas deberían ser diferentes ahora. Incluso la supervivencia de la humanidad, de la naturaleza y de la armonía con la Tierra depende de eso.

 

Este proceso de despertar y de transformación os pide que os volquéis hacia lo así llamado inferior en vosotros y que le asignéis un valor completamente diferente. ¿Y qué significa ese giro hacia lo inferior? Hacer conexión con vuestro cuerpo, con vuestro abdomen, con vuestros sentimientos – reconociendo vuestra propia naturaleza animal. Como seres humanos habéis vivido tanto tiempo en vuestra mente que habéis perdido la conexión con lo que yo llamaría vuestra “animalidad”, la parte animal, instintiva en vosotros. Ese término inmediatamente evoca en vosotros ciertas asociaciones, ¿pero, qué es realmente la “animalidad”? Los animales no tienen energía mental, como tienen las personas. Ellos viven del instinto, pero ese instinto es mucho más sofisticado. El instinto está en vuestro abdomen. El instinto os ayuda a sentir directamente cómo se sienten las cosas para vosotros: si la sensación es buena o repulsiva; si trae algo deseable o si preferís que eso se vaya. Pero lo que es difícil para las personas es confiar en sus instintos, y a veces ya no pueden sentirlos más. Habéis vivido con tanta fuerza desde la cabeza que habéis perdido la conexión con vuestros instintos, la sabiduría de vuestra naturaleza animal.

 

Vuestra relación problemática con vuestra animalidad, el animal dentro de vosotros, se muestra claramente en el área de la sexualidad. ¿Qué sucede cuando las personas entran en una relación íntima, sexual, con otro? En una amistad, donde no hay sexualidad, hasta cierto punto podéis permanecer fuera del área de lo instintivo, de la naturaleza animal. Podéis conectaros desde la cabeza, y cuando la conexión se hace más profunda también desde el corazón. Pero una vez que el área de la sexualidad se abre entre dos personas, hay otras fuerzas en juego. Existe una atracción instintiva a nivel físico, una atracción entre opuestos, que tiene poco que ver con la cabeza, y ni siquiera necesariamente con el corazón. El poder de la pasión sexual a menudo atemoriza a las personas y pueden reaccionar de dos maneras. La atracción puede infundiros tanto miedo de perder el control, de perderos a vosotros mismos, que os apagáis y os retiráis. O seguís el flujo de la atracción, pero manteniéndoos enfocados en las sensaciones de deseo sexual que tenéis en el cuerpo y no os abrís a la intimidad profunda a la que la sexualidad puede iniciaros. Es muy raro que dos personas puedan estar en intimidad y experimentar una conexión tanto a nivel de su naturaleza animal como de su corazón.

 

Esto es una pena, porque la sexualidad puede ser verdaderamente la puerta de entrada a una profunda mezcla de amor humano y espiritual. ¿Por qué es tan difícil para los hombres y mujeres experimentar el aspecto sagrado y sanador de la sexualidad? Cuando se refiere a lo físico, a los instintos sexuales, habéis crecido con toda clase de tabúes y prohibiciones. Eso ha comenzado a cambiar desde hace algunas décadas, pero aún no hay una libertad real en ésa área. ¿Podéis sentiros cómodos con las sensaciones de deseo sexual que experimentáis? ¿Podéis disfrutarlas? ¿O es de hecho algo inquietante de lo cual queréis deshaceros, ya sea teniendo sexo físico (lo que convierte el sexo en “rascarse donde te pica”) o deshaciéndoos de ello a través de la fuerza de la mente? Todavía es difícil para las personas abrazar juguetona y alegremente sus propios deseos sexuales. Lo que sucede es que o bien se quedan estancados en juicios o  miedos acerca de ello, yendo hacia la mente, o  se sumergen en sus deseos sexuales de una manera culpable, secreta, convirtiendo la sexualidad en algo que sucede en la oscuridad. En ambos casos no puede haber conexión entre el corazón y la bestia, entre lo superior y lo inferior, entre la lujuria y el amor. El no ser capaz de valorar la parte animal, también os desconecta de la parte amorosa y espiritual.

 

¿Cómo podéis reconectar aquello que fue separado y sentiros más libres con vuestra propia naturaleza sexual y animal? Lo primero, honrad el cuerpo y soltad los viejos juicios acerca de la lujuria y de la sexualidad. La lujuria es un flujo natural de energía generado por el cuerpo. Es inocente y no es inherentemente peligroso o destructivo. Tratad de recibirlo con alegría y placer. Siempre que sintáis deseo sexual, disfrutad las sensaciones de hormigueo en vuestro cuerpo, vedlo como agradable en sí mismo, sin tener que actuar sobre ello. Hay una sensualidad básica en vuestro cuerpo que existe como una corriente subyacente, y os permite disfrutar diferentes tipos de sensaciones corporales tales como comer, beber, tocar, bailar, bañarse o caminar al sol. La sexualidad, tener sexo con otra persona, es una expresión de esta sensualidad básica que os pertenece como seres humanos. No os avergoncéis de ello, disfrutadlo. Vuestra naturaleza sensual es algo precioso y delicioso. Si abrazáis vuestra propia naturaleza sensual y recibís las sensaciones de deseo sexual con una mente abierta, ¡os divertiréis con ellas! Podríais compartirlo con otra persona y si hay una conexión más profunda entre vosotros dos, notaréis cómo el flujo del deseo sexual en realidad os acercará, permitiendo que vuestros corazones se abran uno al otro y se fundan no sólo a nivel físico sino también a nivel emocional y espiritual.

 

El deseo sexual puede conducir al amor y a la intimidad genuina. Lo que quiero enfatizar es que el deseo sexual no es lo opuesto al amor sereno y sagrado entre dos personas. La lujuria y el amor pueden ir de la mano y el deseo sexual en realidad puede ayudaros a alcanzar un profundo estado de intimidad con otra persona, si os rendís a él sin vergüenza o reservas. Tenéis esas ideas profundas de que si os soltáis, si cabalgáis la ola de vuestras emociones o pasiones, las cosas se escaparán de las manos. Pero con frecuencia es justo lo contrario. Si intentáis frenar o controlar algo como la pasión sexual, estáis trabajando en contra de una fuerza natural que es tan poderosa que perderéis de todas formas. Al frenarla, provocáis expresiones retorcidas e incluso pervertidas de la sexualidad. Degradar las formas de la sexualidad siempre va acompañado de juicios rígidos y enfermizos acerca de la naturaleza humana. Es por eso que el fervor religioso y la perversidad sexual a menudo van de la mano.

 

Sentiros seguros con vuestra propia naturaleza sexual es el primer paso hacia una conexión íntima con otra persona. Apreciáis vuestro propio cuerpo y la clase de experiencias que quiere ofreceros. Por supuesto, conectarse íntimamente con otra persona requiere más que simplemente esto. Estáis tratando con otro ser, conformado y moldeado por un trasfondo y una historia diferentes.  Para que ambos se sientan seguros y a salvo, vuestros corazones tendrán que abrirse uno al otro. Ambos habréis construido defensas para protegeros  de rendiros al otro, en contra de la confianza. Todos vosotros acarreáis dentro viejas heridas emocionales. Cada uno de vosotros tiene ese tipo de defensas y es importante reconocerlas en vosotros mismos.  La intimidad emocional surge cuando estáis decididos a enfrentar vuestros propios miedos y cuando verdaderamente deseáis entender el dolor del otro. En el momento en el que estáis dispuestos a hacerlo así, hay alegría en vuestros corazones y habrá un flujo de sanación entre vosotros. Os acercaréis más, tanto a nivel del cuerpo como a nivel del alma. Este delicado proceso de acercamiento mutuo es de lo que realmente trata el arte de hacer el amor. Involucra devoción, paciencia, honestidad y coraje. Es tanto apasionado como altamente espiritual.

 

Cuando inicialmente hablé acerca de la preciosidad de la experiencia humana en la Tierra, también me estaba refiriendo al arte de hacer el amor. Como un alma no estás ligado a la forma. No eres, en tu esencia, un hombre o una mujer, un niño o un adulto, un enfermo o una persona sana – todas éstas son manifestaciones temporales. Sin embargo, aquellas formas no permanentes ofrecen una variedad de experiencias que son potencialmente exquisitas y profundamente espirituales. Ser una mujer o un hombre te ofrece la posibilidad de experimentar el hacer el amor humano y disfrutarlo físicamente, emocionalmente y espiritualmente.

 

En la sociedad humana hay mucha confusión acerca de la sexualidad. En el encuentro entre un hombre y una mujer puede haber una apertura hacia una comunión sagrada, un espacio en el cual os sentís elevados hacia una totalidad que trasciende a ambos como seres humanos. Podéis llamarlo el alma o Dios, pero lo notable es que esta experiencia sagrada no se parece para nada a la lujuria, aunque la lujuria – explorarse uno a otro físicamente – crea la entrada para ello. Vuestra naturaleza terrenal no es inferior o vil; la sexualidad y la espiritualidad pueden ser compañeros. Es por eso que yo os aliento a sentiros cómodos con vuestra propia pasión, con vuestros deseos corporales, con vuestra sexualidad. Exploradlo a vuestro propio tiempo y a vuestro propio ritmo. De hecho, me gustaría invitaros ahora a permitir que vuestra conciencia descienda dentro de vuestro abdomen. Vuestra conciencia no es nada más que el foco, por tanto dirigid ahora ese foco hacia vuestro abdomen. Experimentad cómo se siente esa área, y hundiros incluso más profundo dentro de la región de vuestros órganos sexuales y el coxis (chakra raíz). Descended con vuestra atención hacia abajo hacia esa región de vuestro cuerpo siendo objetivos y neutrales. Ésta es una parte maravillosa de vuestro cuerpo, sentid aquí la fuente de la fuerza de la vida – podéis ver o sentir un color. Experimentad cómo podéis permitir que ese flujo de la fuerza de vida, de la sensualidad y de lo físico, descienda hacia vuestras piernas y haga una conexión con la Tierra. Sentid lo beneficioso y natural que es experimentar este flujo del cuerpo.

 

Observad, si podéis, si vuestro cuerpo necesita algo ahora, si estáis permitiendo que vuestro cuerpo experimente todo lo que quiere experimentar. ¿Tal vez haya algo que vuestro cuerpo quisiera experimentar más a menudo en vuestra vida diaria? Puede ser algo simple, algo que omitís con vuestra cabeza. Tomad en serio esas necesidades; el cuerpo quiere llevaros al Hogar. El cuerpo no está en oposición al alma, es el alma en forma material. Es vuestra cabeza, más que vuestro cuerpo, la que os aleja de vuestra alma. Haced las paces con vuestro cuerpo y disfrutad de sus múltiples ofrecimientos.

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