Cada día, sale el sol.
A veces lo vemos brillar, claro y con fuerza en el cielo, y otras está detrás de las nubes, y a veces hace frío y el día es gris, pero el sol está ahí.
Lo mismo sucede con nuestro amor, ese que está siempre ahí para nosotros, en el lugar del corazón. Y no es una forma de hablar.
El amor que nos conecta con el infinito, con el universo, con el Creador, está a un susurro de distancia, y se llega a él conectando con el centro del rayo verde, que se encuentra situado en el pecho, y que se encarga de ayudarnos a manifestar compasión, perdón, tolerancia, paciencia, es decir, amor incondicional.
Cuando olvidamos que tenemos ese amor a nuestra disposición, podemos caer en la autocrítica, en el desaliento, en la soledad, porque nos sentimos heridos, abandonados, atacados, humillados, o por muchas otras razones.
Pero ese amor siempre está ahí, esperándonos, como el sol siempre brilla detrás de las nubes grises, confiando en que sabremos ver las nubes con compasión y paciencia, pues están ahí para enseñarnos un paisaje diferente, para después volver a iluminar nuestro camino.
Cada día sale el sol, y si confiamos, sentiremos su amor hasta en los momentos más oscuros.
Pues cada uno de nosotros es un ser único, especial, brillante y lleno de amor para compartir. Y ese amor sólo puede salir cuando nos sentimos dignos de llevar ese fuego sagrado, y de ser la vasija que se llena del infinito, para después derramarse sobre los demás, y reconfortar su espíritu buscador.
Pues todos somos dignos hijos de la Creación, y somos también el Creador experimentando la vida en su inmensa miríada de formas.
Que tu vasija siempre esté llena, y que tu corazón sea el sol que brilla a través de las nubes de los demás.
Te deseo una semana maravillosa, llena de Amor, Plenitud y Sabiduría.
Un afectuoso saludo,
Manuel Requena